Mi esposa e hija

Mi esposa e hija
Consuelo y Evelyn

Alabado sea nuestro señor

Con la ayuda de Dios, los sueños SI se cumplen… a cualquier edad.
SHERRY BUCHANON

sábado, 3 de enero de 2009

Una experiencia real

En mis (para muchos largos y para mí cortos) años de vida, he tenido una idea muy clara de la grandeza de nuestro señor Jesús y su padre celestial. He sido un creyente no muy asiduo a las misas del domingo, siempre me aburrieron, lo escribo hoy con toda honestidad pues también seré honesto en lo que les voy a narrar, hubo de pasar sesenta años para que mi fe en Dios se afianzara más aún, pasaron sesenta años para que mi señor me enviara un mensaje de su verdadera existencia, hoy estoy convencido de aquello que mi madre cree con tanta devoción, cual es, la existencia de los ángeles, espíritus enviados a nuestro mundo con encargos celestiales y con los cuales te puedes topar cualquier día de tu vida, creo yo que de alguna manera te encuentras con ellos, muchas de las veces sin que les tomes la atención debida y tontamente ignores su presencia. Las cosas en mi país natal se tornaron muy difíciles para mí, la economía crecía pero no se reflejaba en los bolsillos de los más pobres, esta circunstancia me obligó a mudarme con toda mi familia a los Estados Unidos de Norteamérica con la esperanza de poder labrar un futuro para mis hijos, poder ahorrar algún dinero y luego volver con mi esposa a nuestro adorado terruño, pues si de algo estoy convencido, salvo que mi señor no lo permita, es que no quiero dejar mis huesos en este generoso pero frío país. Nos mudamos inicialmente al estado de Florida a la cuidad de Stuart, a unas 2 y pico horas de Miami, lugar bonito pero con pocas oportunidades de empleo. Un día decidimos mi esposa y yo, buscar mejores oportunidades y elegimos Nueva York, hacia allá emprendimos viaje toda la familia, un día caluroso del mes de octubre, alquilamos un remolque para equipajes y la enganche a mi Jeep; yo no tenía ninguna experiencia en viajes por las carreteras de los EE.UU. y sólo me guiaba por una indicación que me hiciera una señora amiga mía, que había hecho el mismo recorrido "agarra la 95 y no te salgas de ella, hasta llegar a Nueva York". Internamente no me sentía tan confiado, nunca demostré a mi esposa e hijos el temor que muy dentro de mí sentía por esta apresurada aventura.
Conduje mi auto casi 18 horas sin dormir, quizá mi interna preocupación me impedía alcanzar este estado de reposo, al llegar a Carolina del norte hicimos nuestra primera parada, descansamos en una estación de gasolina unas 8 horas, para luego reiniciar nuestro viaje, todo se mantenía bajo control, el auto respondía sin ningún inconveniente, cada vez que podía recordaba las recomendaciones de mi hermano al salir de Florida "ten cuidado con ese radiador no está en buenas condiciones, de ser tú, lo cambiaba antes de salir de viaje".
Por alguna razón que hasta ahora no entiendo, y aquí empieza la esencia de mi relato, me salí de la autopista y tomé una gran avenida, (ya me encontraba en Delaware) me apeé junto a una tienda de venta de golosinas, al salir quise arrancar mi auto pero este no respondió, el lugar era un tanto concurrido por hispanos como de gente de color, parados en las puertas de sus casas y las esquinas, que me miraban de manera sorprendida, algunos de ellos bebiendo licor, insistí con el arrancador e inesperadamente mi auto arrancó, pude llegar hasta un grifo cercano, el indicador de temperatura marcaba sobrecalentamiento, llené de agua el radiador y compré aceite de motor con la esperanza de que con ello arreglara el desperfecto. Regresando del establecimiento vi que dos sujetos estaban rebuscando dentro de la capota abierta del carro, observé el rostro de mi esposa e hija y percibí sus rostros atemorizados, me acerqué rápidamente y les hice señas para que pongan el seguro de sus puertas. Debo manifestarle que no hablo muy bien el ingles pero lo entiendo en un 60%, en mi mal ingles les pedí que me dejaran echar el aceite y el agua, cuando empecé a llenar el aceite, vi que uno de ellos miraba el interior del auto haciéndole señas a su compañero, eso me puso en alerta, aun cuando en mis fueros internos sabía que si enfrentaba a esos grandullones tenía todas las de perder. Debo manifestarles que mis hijos Evelyn, Alois y Josh tienen 15, 10 y 2 años de edad respectivamente. Noté que una persona mas se colocó al costado de la puerta de mi hija, en un descuido pude subir al auto y traté de encenderlo, pero todo fue en vano intente varias veces, ya mi batería casi no respondía. Cuelga de mi espejo retrovisor un rosario que mi hija me lo había regalado entes del viaje, lo tomé en mis manos y pedí a mi señor que me ayude en esta circunstancia. Esperé unos minutos, ya estas personas rodeaban el auto, y sucedió lo inesperado, mi auto encendió. Salí violentamente y tomé la pista pude rodear la manzana, la señal de calentamiento se volvió a encender, a la distancia pude ver las luces de un mall (tiendas comerciales), apresuré y pude llegar al estacionamiento, el auto de apagó y el agua sobrecalentada empezó a brotar por el radiador. Les dije a mi hijos que no se preocuparan que dormiríamos allí hasta el día siguiente que buscaríamos ayuda. Uno de ellos me pidió comida, estaba por dirigirme a un establecimiento de comida rápida cuando en una camioneta rural un sujeto nos preguntó qué problema teníamos, sin mediar más preguntas se bajo de su auto y se acercó donde estaba el mío. Lo observó y dijo "yo los puedo ayudar espérenme un momento que debo dejar a mi amigo...ya regreso", se fue y yo me dirigí a comprar algo de comida, pensando que el sujeto no volvería jamás; ya dentro del establecimiento pude ver que una persona de piel oscura de aproximadamente 1.90 metros (6.24 pies) de altura que no reconocí conversando con mi esposa e hija, salí apresuradamente y noté que mi hija hablaba amenamente con él. Hola me dijo amigablemente, era la misma persona que momentos antes nos ofreció ayuda, que le pasa a tu auto?, sus palabras pausadas, el tono de su voz me dieron confianza, le relaté todas nuestra peripecias, el sonrió, se dirigió a nuestro auto, me pidió que levente el capota y revisó el radiador, no tiene agua tiene una fuga, voy por refrigerante...espérenme, y se fue con su camioneta. A los 20 minutos regresó con una galonera con refrigerante para radiador. El frío era insoportable, corría un fuerte viento, la noche se vislumbraba muy cruda. Mark (así se llamaba nuestro ocasional amigo), se echó al suelo y abrió el desfogue de agua del radiador, me daba instrucciones para encender o apagar el auto, usaba herramientas que traía de su camioneta, al tirarse bajo el auto se mojó toda su camiseta blanca, con mi esposa nos mirábamos asombrados ella dijo: pobrecito con este frío debe estar helado. El mantenía una sonrisa amigable, sincera, le pedí ayudarlo y me respondió que no me preocupara impidiéndome hacerlo. estuvo bajo el auto por espacio de aproximadamente 30 minutos, limpio, pegó y arregló el desperfecto, llenó de refrigerante el radiador y me pidió encender el auto, encendió en el primer intento cruzamos una mirada de sorpresa con mi esposa, déjalo así un momento nos dijo, me acerqué donde él y le pedí me dijera cuanto le debía, me tomo las manos y me dijo no te preocupes no me debes nada, noté que sus manos estaban tibias y Oh! sorpresa eran claras, me sentí extraño, una rara sensación invadió mi cuerpo, le pedí a mi hija lo convenciera para brindarle un potaje de comida china, tampoco nos aceptó pero nos dijo algo insólito: "me gusta la comida peruana", como se enteró que éramos peruanos?, mi menor hija insistió en pagarle por sus servicios y nos respondió así: "ustedes me pagarán cuando hagan un favor a otras personas", mi hija le pidió su teléfono y le dio un número, se acercó a mí y me dijo, a la vez que me daba un amigable abrazo, ve tranquilo nada les va a pasar.... ten fe, se despidió de todos nosotros y nos brindó una tierna sonrisa. Vimos como se alejaba su camioneta.
Reanudamos el viaje siguiendo las instrucciones de Mark, un determinado momento del viaje mi esposa y yo coincidimos con la mirada y ella me dijo, "que raro lo que nos acaba de suceder, eso no es normal, creo que fue un ángel", yo tenía la misma impresión, pedí a mis hijos decir una oración de agradecimiento. Al día siguiente llegamos a nuestro destino, nos recibió la familia, vinieron los saludos y demás, después de un rato quise prender el auto pero no respondió, ¡solamente nos sirvió para llegar a nuestro destino, sanos y salvos!. Pedí a mi hija llamar a Mark, marcó su número pero nunca nos respondió, una voz al otro extremo del hilo informaba ....es un numero errado.
Cuando después emprendí la tarea de revisar el radiador vi que este no había sido tocado, sin ningún arreglo, ¿como entonces pudimos llegar a Nueva York?.
Mark, donde te encuentres recibe el más generoso de los cariños de esta agradecida familia, y si te es posible dile a nuestro señor ...Gracias muchas gracias.